Por Alejandro Gutiérrez Liarte, Coordinador de Servicios Técnicos de Cooperativas Agro-alimentarias de España.
En el debate de investidura del presidente del Gobierno a finales de 2023 se habló, más que en otras ocasiones, del sector agroalimentario. Comenzaba ya a percibirse cierto revuelo en el sector, que acabó explotando en las movilizaciones de los agricultores de la primavera de 2024 en España y posteriores a las que se habían producido a lo largo y ancho de toda la UE.
Más allá de referencias generales en torno al sector primario, destacaron dos compromisos concretos del ejecutivo para la presente legislatura: el desarrollo de la Ley de Agricultura Familiar, y la Estrategia Nacional de Alimentación. Ambos proyectos deben concretarse durante este primer año de legislatura, pero pueden destacarse ciertos avances en el diseño de la Estrategia Nacional de Alimentación, a la cual nos referiremos aquí como la Estrategia.
Desde su anuncio por el presidente del Gobierno, han sido numerosas referencias las que desde el MAPA se han hecho en relación con la elaboración de la Estrategia. Sin embargo, la falta de concreción generaba incertidumbre en torno a sus objetivos de: ¿sería la Estrategia sería un compendio de buenas prácticas, una especie de libro blanco; o más bien una auténtica hoja de ruta de futuro para nuestro sector agroalimentario en España? Finalmente, el pasado mes de agosto el MAPA instó a los actores del sector agroalimentario a contribuir en su desarrollo, en una comunicación en la que se apuntaban algunos objetivos de la Estrategia: “funcionar como un instrumento para la formulación de políticas públicas en el ámbito alimentario, estableciendo directrices integrales, coherentes y transversales para abordar los desafíos relacionados con la alimentación, la seguridad alimentaria, la sostenibilidad, la producción de alimentos y la nutrición”. Se incluían también algunos retos, objetivos específicos, pilares estratégicos de acción y medidas tentativas.
A pesar de que las primeras reflexiones parecen correctas, sería deseable una mayor concreción en la definición de los retos, objetivos generales y específicos, y que la Estrategia parta de una primera fase de debate conjunto en la que participen los operadores del sector agroalimentario, consumidores u otros actores interesados.
Desde Cooperativas Agro-alimentarias de España consideramos que un proceso transparente y definido con mayor precisión ayudaría a mejorar la efectividad de los trabajos y de los resultados de esta labor que el MAPA identifica como una caja de herramientas útil para la definición de políticas públicas.
Por otro lado, una iniciativa nacional de estas características deberá contar con iniciativas similares que en estos momentos están congeladas en Bruselas (y que previsiblemente volverán a la vida en esta legislatura), como la Estrategia de Sistemas Alimentarios Sostenibles, o los propios debates que surgen desde la UE, como el Diálogo estratégico sobre el futuro de la agricultura en la UE, el futuro del mercado único o el futuro de la competitividad de la economía de la Unión. Comprendemos la necesidad de una visión de conjunto de la cadena, donde todos los eslabones están llamados a aportar su visión para luego dar pistas de encaje, de mayor cooperación y, lo que debería ser más importante, de qué manera encajar los dilemas productivos, el valor que general la cadena y el mercado, el abastecimiento alimentario, el fomento de los hábitos alimentarios saludables, los retos ambientales y el futuro del medio rural, cuestiones de extraordinaria complejidad que requieren mayor concreción en aras de ordenar el debate, no de prejuzgarlo.
El momento para iniciar los trabajos es propicio. El sector agroalimentario vive un momento de transición decisivo, atraviesa una verdadera transformación del modelo productivo y de organización social de su entorno, en el que está por definir quiénes serán los que queden, si es una evolución o revolución, y quiénes darán forma a la agroalimentación del futuro.
Los grandes protagonistas del futuro de la alimentación serán aquellos que apuesten por la cooperación, la profesionalización, la dimensión, el asesoramiento integrado en las estrategias comerciales, la innovación, la digitalización, etc. Pero, sobre todo, aquellos que sean capaces de leer el presente para construir el futuro, y no esperar a recibir una inercia incontrolable y con efectos no deseados. En este nuevo mundo será fundamental pensar como colectivo, hilvanar estrategias conjuntas que permitan ser eficientes en los costes, tener mayor poder de negociación en la cadena, acceder al mercado con mayor seguridad, innovar, etc. En esta alimentación del futuro, las cooperativas agroalimentarias desempeñarán un rol fundamental, porque somos el único modelo empresarial que unimos los resultados económicos a las personas que viven en el entorno y, por tanto, son protagonistas de la gestión medioambiental y del futuro de las zonas rurales, donde se produce. Hay muchos modelos que pueden apadrinar la eficiencia económica, pero no permean la riqueza y la actividad como si demuestran las cooperativas de manera sostenible y contando con las personas como eje central de su estrategia.
Aplaudimos la ambiciosa iniciativa de desarrollar una Estrategia Nacional de Alimentación, y esperamos poder participar activamente a lo largo de este proceso. Animamos al Ministerio a no perder la oportunidad de debatir sosegadamente cuál debe ser el futuro de nuestro sector agroalimentario, y a diseñar un proceso participativo de elaboración de la Estrategia, transparente, con hitos, misiones y participantes claros. Construir sobre unos cimientos estables nos ayudará a diseñar la mejor hoja de ruta para el futuro de nuestra alimentación nacional, para los actores que la componen, para los consumidores que la eligen y disfrutan, y para el desarrollo de una estrategia europea, donde estamos plenamente integrados.
Este artículo aparece publicado en la Revista de Cooperativas Agro-alimentarias nº63 (julio-septiembre 2024).
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