31/01/2025 |Frutas y hortalizas, frutos secos, Artículos de opinión

La sostenibilidad no es sinónimo de inanición

Por Cirilo Arnandis, presidente de Cítricos de Cooperativas Agro-alimentarias de España.

En el escenario global actual la Unión Europea parece estar perdiendo el control en cuestiones estratégicas. En materia agrícola, esto se traduce en un problema creciente: la llegada de plagas de cuarentena, facilitada en gran parte por políticas de comercio internacional poco estrictas.

Los datos son alarmantes. En 2024, las interceptaciones de cítricos importados con plagas aumentaron más de un 40% respecto al año anterior. Además, el sistema de alertas de seguridad alimentaria (RASFF) detectó cerca de 900 envíos de frutas y hortalizas procedentes de países terceros con residuos de fitosanitarios por encima de los límites permitidos en Europa. Bruselas, sin embargo, parece incapaz de actuar con la contundencia necesaria, dejando a los productores europeos a merced de estas amenazas.

Tal y como señalan los científicos e investigadores de este tema, la llegada de una plaga nueva a un determinado entorno pasa por tres fases: entrada, establecimiento y dispersión. La primera, siendo la más crucial, es la menos estudiada, debido a la dificultad de detectarla en bajos niveles de población, pero es una fase en la que todavía es posible una cierta estrategia de control que evite su dispersión definitiva. Cuando se detecta una nueva plaga en el campo, en la mayoría de los casos, su implantación hace imposible cualquier estrategia de ataque, sobre todo al pillarnos desprevenidos, y especialmente por la política de reducción, cuando no de eliminación, de la mayoría de las herramientas a disposición de los productores para defenderse de su ataque. Así pues, si se quiere evitar el uso de productos fitosanitarios, la mejor política es evitar, de entrada, que nos lleguen nuevas plagas.

En los últimos años se han introducido una media de 10 plagas al año en la Unión Europea, siendo el Mediterráneo una de las zonas de mayor riesgo. Asistimos a la introducción de nuevas plagas como las nuevas cochinillas Delottococcus aberiae y Pulvinaria polygonata, los ácaros tetraníquidos Eutetranychus banksi y Eutetranychus orientalis, y las especies de trips Chaetanaphothrips orchidii y Scirtothrips dorsalis. De modo más reciente, en 2024 una nueva especie invasora ha aparecido en prácticamente la totalidad del territorio de la Comunitat Valenciana. Se trata de un nuevo trip, concretamente de la especie Scirtothrips aurantii, que ha puesto en jaque a cultivos como el kaki, cuyo epicentro de producción, La Ribera del Xúquer, genera más de 400 millones de kilos anuales. La aparición de esta plaga amenaza una fruta que se ha consolidado como símbolo de calidad y diferenciación en los mercados internacionales.

Todo ello va a suponer una modificación en las estrategias de gestión integrada de plagas en muchos de los cultivos a los que esta plaga afecta: cítricos, caquis, aguacate, granado, uva, fresa… Eso sí, cuando tengamos herramientas eficaces para su tratamiento, pues las que pueden serlo, no están autorizadas, y nos vemos obligados a acudir a la vía de la autorización excepcional por parte del MAPA. Las restricciones en el uso de fitosanitarios y la burocracia para autorizar productos alternativos dejan a los agricultores sin opciones. Mientras tanto, los países extracomunitarios, que exportan frutas infestadas o tratadas con productos prohibidos en Europa, continúan compitiendo en condiciones desiguales.

Los agricultores europeos somos los primeros interesados en un entorno saludable; después de todo, vivimos y trabajamos en él. Pero las políticas actuales de Bruselas, más ideológicas que pragmáticas, no solo no protegen el medioambiente, sino que ponen en riesgo el esfuerzo de décadas por consolidar una agricultura sostenible y competitiva.

Es urgente que los responsables políticos tomen decisiones que protejan tanto el medio ambiente como la rentabilidad de los agricultores. Esto pasa por reforzar los controles en frontera, autorizar herramientas de emergencia para combatir plagas y garantizar que la transición hacia modelos más sostenibles no se convierta en una sentencia de muerte para el sector.

No se trata solo de salvar cultivos como el kaki o de proteger la posición de Europa como potencia exportadora. Se trata de defender un modelo agrícola que, durante los últimos 25 años, ha sido un ejemplo de innovación, resiliencia y compromiso con la calidad. Bruselas tiene en sus manos la responsabilidad de actuar antes de que sea demasiado tarde. ¿Responderá al desafío?